La historia de los Cuidados Paliativos en Andalucía ha sido un “no parar” y sigue así, sobre todo en una necesidad que se mantiene, como es la necesidad de aprender.
Remontarme al inicio de los Cuidados Paliativos en Andalucía es traer, a mi memoria y a mi corazón, anécdotas en las que predomina esta necesidad.
Un tiempo en que no se conocían en nuestro medio los Cuidados Paliativos y menos, la atención psicológica a enfermos al final de la vida.
Todo surge con dos compañeras y un compañero, arriesgados y valientes exploradores del buen hacer en su trabajo como médicos. Me propusieron completar la parte de atención psicológica de un Programa de Cuidados Paliativos. En ese momento no teníamos referentes en este ámbito de atención en psicología, los conocimientos se han ido desarrollando en estos últimos 30 años.
Era necesario adaptar, intentando mantener el espíritu, un modelo Hospice, desde una cultura inglesa, a un pequeño hospital de la Cruz Roja, a una realidad malagueña de los 89/90.
La tarea se planteaba atrevida, diseñar un proyecto para atender a enfermos, en principio mayoritariamente de geriatría, que llegaban a un hospital para el final de su vida, con muchas necesidades y con familiares.
Estando en ello, a la caza de formación y conocimientos, se pone a tiro un programa de doctorado “Desarrollo adulto y envejecimiento” y sus cursos sobre Afrontamiento y estrés, Ansiedad ante la muerte y Proximidad de la muerte en la vejez.
Magnifica suerte, a por ellos en nuestra aventura.
Estando en esta tarea, un profesor me propone pasar un cuestionario de “Ansiedad ante la muerte”, desde la universidad veía clara la oportunidad para realizar esta investigación. Con ilusión e inconsciencia acepto su reto.
Y así continúa el aprendizaje.
Primera lección: la realidad se sale de los libros.
Los enfermos no hablaban de ansiedad ante la muerte, hablaban de sus vidas, lo que había sido, de sus preocupaciones o malestares y de las personas que querían.
Recuerdo a un señor que, sin apetito, nos decía que lo que comería con gusto, sería un huevo frito y a una auxiliar que consiguió llevarle el huevo frito, recién hecho, en el hospital.
Segunda lección: la vida y los pequeños gestos de placer se mantenían en esta situación.
Con estas y otras lecciones, volví a Salamanca, a mis cursos, diciendo que no consideraba oportuno realizar ese cuestionario.
Años después tuve la satisfacción de leer el magnifico trabajo de R. Bayés en el que detallaba qué tipo de cuestionarios eran adecuados en CP.
Tercera lección: El conocimiento lo construimos todos con atención y escucha a los protagonistas.
Por ello tengo un “gracias grande” a todos los profesionales y en especial, a los/as psicólogas/os que han hecho realidad un cuerpo de conocimientos sobre la atención psicológica en el final de la vida y los ponen en practica a diario.
Para mí, la historia de 30 años de Cuidados Paliativos en Andalucía ha sido una historia de aprendizaje continuo, un “no parar”, que se mantiene y nos mantiene atentos. Queda mucho por aprender.
Josefina Mateos Rodríguez.
Psicóloga. Programa de Cuidados Paliativos del Hospital Civil. Servicio de Medicina Interna. H. Regional Universitario Málaga.
Coordinadora Área Psicosocial Fundación CUDECA.
Málaga
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