Un nuevo estudio de la Escuela de Salud Pública Mailman de la estadounidense Universidad de Columbia ha comprobado que la implementación de Servicios de Cuidados Paliativos reduce la intensidad del tratamiento al final de la vida de los pacientes hospitalizados, según publican en la revista JAMA Network Open.
Utilizando una gran muestra de hospitales con características distintas, los investigadores analizaron datos de 51 centros hospitalarios del Estado de Nueva York que implementaron o no un programa de Cuidados Paliativos entre 2008 y 2014. Examinaron cómo los resultados asociados con la implementación de dicho programa pueden diferir en diferentes tipos de hospitales.
En el Estado de Nueva York, de 2008 a 2014, un total de 24 hospitales implementaron un programa de Cuidados Paliativos, muchos de los cuales eran hospitales docentes y grandes, y 27 informaron que nunca habían tenido dicho programa. Se excluyeron del análisis 83 hospitales que ofrecían Cuidados Paliativos de manera constante durante todos los años, al igual que los hospitales rurales y aquellos con menos de 100 camas.
Durante el período de estudio, 73.370 pacientes que tenían 18 años o más murieron durante la hospitalización, de los cuales un poco más de la mitad recibió atención en hospitales que contaban con Cuidados Paliativos. La presencia de Cuidados Paliativos se asoció con una reducción del 10 por ciento en la utilización de una UCI para pacientes que murieron durante su hospitalización.
Indicador negativo
Como el uso de la UCI al final de la vida se conside un indicador negativo de la calidad de la atención, «la implementación de programas de Cuidados Paliativos puede ser una forma de mejorar la calidad de la atención al final de la vida de algunos pacientes que mueren en el hospital», apunta May Hua, que es profesora asistente de Anestesiología en Epidemiología y autora principal de este estudio.
Además, «una disminución absoluta en el uso de UCI al final de la vida útil de solo el 4 por ciento se traduciría en una diferencia en el costo de, aproximadamente, 265 millones de dólares al año en los Estados Unidos (unos 237 millones de euros)», según los investigadores.
Publicación original en Acta Sanitaria