Hay conceptos poliédricos; términos que escapan a las definiciones, como nos pasa con la arena fina que se nos escurre entre los dedos de la mano. ¿Qué es cuidar?, ¿qué es la empatía?, ¿la compasión?, ¿el sufrimiento?, ¿el consuelo? Palabras cuya multiplicidad de dimensiones las hacen inaprehensibles, pero no por eso menos existentes. Definirlos en su totalidad parece una tarea difícil de alcanzar.
Ludwig Wittgenstein expresó que lo que en cualquier caso puede decirse, se puede decir claramente y, lo que no, es mejor callarlo. Con ello, este filósofo austriaco, pretendía mostrar la existencia de unos límites del lenguaje que son, a su vez, los límites del conocimiento. Lo inefable, lo que excede esos límites, se convierte a su vez en un objeto imposible de conocer. ¿Será que los términos de arriba entran en esa categoría? Y, sin embrago, pese a su esencia inefable, él creía que estas nociones también son las más importantes de la vida de las personas.
La formación técnica de las/los profesionales de la salud es fundamental, pero nos resulta incompleta sin otro tipo de saber. Pues hay momentos cuando sobreviene la enfermedad; cuando la salud se fractura y aflora la vulnerabilidad. A veces, además, se trata de la fragilidad definitiva; la del final de la vida. ¿Cómo se puede atender al otro en estos momentos sin prestar atención al cuidado, a la empatía, a la compasión…? ¿Cómo se puede ser un/una buen/a profesional de la salud sin comprender el sufrimiento, la salud, el dolor, la muerte en todas sus dimensiones? En palabras de Edmund Pellegrino: «para curar a otra persona debemos comprender cómo la enfermedad lesiona su humanidad”. No sólo para curarle, sino, de forma primordial, para cuidarle. Porque detrás de una patología hay siempre una persona y como decía Albert Jovell, médico, escritor y enfermo: “Yo ya acepto que no me van a curar, pero me costaría aceptar que no me van a cuidar”.
¿Qué pasaría, por tanto, si las/los profesionales de la salud sólo pretendieran curar y dejaran de lado el cuidar? Las/los profesionales de la salud son personas a los que siempre se ha visto con admiración. De hecho, cuando alguno de estos profesionales cuida con empatía, compasión… su actitud queda grabada en la memoria de sus pacientes. Pero esto no sucede igual con aquellos que no supieron avivar la relación clínica a partir de unos buenos cuidados, por mucho que atinaran en el diagnóstico o supieron administrar la dosis adecuada del fármaco. La gran pregunta que ahora surge es ¿cómo podemos acceder al conocimiento detrás de estos conceptos tan fundamentales para la atención médica? ¿Cómo se puede enseñar la empatía (o la compasión, el consuelo…)?
Si se vuelve al punto de partida sobre los límites del lenguaje, se llega a la encrucijada, anteriormente mencionada, de que el término empatía (u otros) parece que huye cuando se pretende acotar en una definición. Se puede intentar expresar a través de alguna convención, por ejemplo, que la empatía es ponerse en el lugar del otro. Sin embargo, aunque esta definición sea ampliamente asumida, ¿el hecho de conocerla convierte a la persona en alguien empático?
En los últimos años he intentado mostrar la importancia que tiene el papel de la narración en el aprendizaje de las ciencias de la salud. En la literatura hay una regla de oro para todo escritor: hay que mostrar, no decir. Se puede decir que un personaje está triste, pero lo que hacen los grandes maestros de la literatura es mostrar esa tristeza a través de la descripción de la escena, el contexto, la atmósfera o las acciones que lleva a cabo el personaje.
Por supuesto que una narración no va a decir lo que es la empatía, pero nos muestra a un personaje empático o a uno que carece de esta virtud. Un texto literario no acota lo que es el cuidar, pero confecciona un acto de cuidado. Una historia no define el sufrimiento o el duelo, pero desvela una vivencia de pérdida o de dolor. Con ello, y las experiencias de cada uno, es posible conocer, si no de manera completa, sí una parte de lo que suponen estos conceptos inefables.
Como se ha visto, el cuidado, la empatía, la compasión, el sufrimiento, la salud, el duelo y muchos otros conceptos que conforman el día a día de las/los profesionales de la salud tienen una esencia inefable. Por eso es fundamental acercar la narración al personal sanitario. A través de la caracterización o ejemplificación que se muestra en las historias o los personajes se puede traspasar, aunque sea parcialmente, esos límites del lenguaje. Por eso, iniciativas como el Concurso de Microrrelatos de la Red de Cuidados Paliativos de Andalucía es tan importante para alcanzar este propósito. Toda aproximación a la narrativa es un acercamiento a estos términos. ¿Y qué objetivo más loable puede existir que el contar con profesionales de la salud empáticos, compasivos y que dominen, en definitiva, el arte de cuidar?
Ramón Ortega Lozano
Centro Universitario Ciencias de la Salud San Rafael-Nebrija.https://www.sanrafaelnebrija.com/
Editor de Cuidar entre líneas.