Cuando a la familia llega la maldita noticia de que tu madre tiene cáncer, se desencadenan sentimientos y emociones que te provocan bloqueos en el pensamiento. Es entonces cuando resulta imposible asimilar y comprender la información que te aportan los médicos. Es cuando empieza la cuenta atrás y brota un miedo interior que te paraliza.
Visitas médicas constantes, intervenciones, pruebas, tratamientos, etc… Todo un camino de lucha con la esperanza de aferrarse a que puede existir la cura y la superación para detener ese reloj que marcha en contra.

Mi madre ha sido una enferma ejemplar, siempre confiando de forma ciega en lo que digan los profesionales y dejándose llevar por sus niñas, sin poner en duda nunca nada de lo decidido.
Aparecen las complicaciones y llegado a un punto te desesperas porque ves cómo el dolor se apodera de ella y quieres pelearte con el mundo para que brote un hilo de esperanza y alguien te de la solución perfecta para evitarle el sufrimiento.

En el mes de diciembre de 2015 las cosas no iban bien, nada bien. Ascitis, falta de apetito y dolor, mucho dolor. Es cuando sale de tu interior un grito desesperado pidiendo ayuda y nadie te guía. Tras 3 días de lucha de papeles y médicos desorientados, me senté a llorar en el coche y suplicándole a Dios, le pedí que me pusiera en el camino.
Fue entonces cuando con una llamada casual, di con el servicio de hospitalización domiciliaria, donde facilitaban cuidados paliativos a los enfermos. Nunca olvidaré ese recibimiento sensible y cariñoso de Mercedes, una administrativa que me saca del pozo donde me ahogaba. Todo fue apoyo, información y entendimiento. ¿Era tan difícil? Pues no, salí del despacho con un tratamiento inicial para calmar el dolor y con el compromiso de que el 4 de enero de 2016 vendría un equipo médico a asistirla.

Como si de una aparición se tratara, llegaron a casa dos ángeles buenos que nos regalarían ese apoyo tan necesario. La Dra. XXXXXXXXX y su enfermera XXXXX XXXX fueron las protagonistas de esa luz nueva que trajo serenidad, paz y calma.

Han estado viniendo a casa durante más de dos años cada semana, consiguiendo mitigar el dolor, dando soluciones a cada uno de los efectos que la enfermedad ha ido presentando y por qué no, devolviendo a la vida a una persona vulnerable y necesitada de grandes profesionales como ellas.

Nos facilitaron todo lo humanamente posible, analíticas, sueros especiales, tratamientos, cariño y preocupación. Es en ese momento cuando la vida cobra sentido y el reloj parece que no corre tanto. Apoyo psicológico gracias a Jose, orientación y ayuda gracias a Henar, Manuela siempre atenta a mis llamadas al servicio…

En este mundo loco donde lo que prima es el protagonismo, donde parece no haber escrúpulos, existen grandes personas y mejores profesionales que miman y se desviven por sus pacientes. Paran el mundo por ellos porque nada tiene más importancia.

Es muy tranquilizador saberte apoyada por ellas, todo te lo ponen fácil y lo mejor, siempre han dado con el tratamiento oportuno, permitiendo a mi madre, tener calidad de vida, no vivir sometida a la enfermedad, teniendo dignidad como enferma.

Gracias a ellas, volvió a sonreír, a comer, a pintar, a salir con sus hijas, a relacionarse en este mundo ingrato donde no hubiera permanecido mucho de no ser por estas dos maravillosas personas. Risas, complicidad, ánimo y sobre todo una gran amistad y confianza ciega porque se presente lo que se presente, “mis niñas lo solucionan seguro”, como decía mi madre.
Cuando desgraciadamente la situación empeoró en Mayo, han estado pendientes día a día de su “decana”, incluso visitándola en la UCI para que al ver su cara, se sintiera tranquila porque todo iba a ir bien como siempre. ¿Se puede tener un corazón más grande pidiéndole al personal encargado de sus cuidados, que dieran un tiempo extra de visita para que no se sintiera sola y poder tenerle la mano cogida, cuando sabes que las horas se agotan?

Siempre he sentido que me han regalado más de dos años y esos últimos momentos donde la muerte ronda, sentirte al lado de tu madre, poder darle calma y acompañarla hasta su último aliento sin verla sufrir, es algo que no se puede agradecer lo suficiente. Es por esto que con estas torpes palabras, quisiera que fuera reconocido su esfuerzo, su dedicación y su amor al paciente.

Me llevo de esta experiencia paz, por haber ido siempre unos pasos por delante acompañada de unas magníficas profesionales que mantendré en mi corazón mientras viva.
Este tipo de servicios son los que verdaderamente deberían ser reconocidos y premiados por nuestra sanidad, porque no sólo es trabajo, es dar esperanza y vida.

Fdo: (La hija agradecida de una paciente)
XXXXXXX