Las personas más mayores están en un momento vital en el que van acumulando múltiples pérdidas: ocupación, ambiente familiar, vigor físico… que pueden hacer que se desborden. Además, el aumento de fallecimientos entre amistades y familiares les confronta con la posible “proximidad” de su propia muerte y puede provocar sentimientos de desarraigo: es más difícil establecer lazos sociales y encontrar nuevas amistades.
Así mismo, cuando fallece uno de los cónyuges en matrimonios mayores de larga duración existe mayor dificultad de reajuste porque suelen ser muy dependientes de la pareja. En este caso, el proceso de duelo puede tener un impacto en la salud de la persona anciana, provocando cambios físicos, sentimientos de soledad y la necesidad de ajustar roles: asumir nuevas tareas o dejar de hacer otras.
Para ayudarlas en este proceso puede ser útil:
- Favorecer que asistan a los ritos fúnebres.
- Dar espacios para hablar, en clima de aceptación, de la muerte como un hecho natural.
- Tocarlas cuando necesiten contacto físico, proximidad, de manera que se sientan arropadas.
- Evocar recuerdos. La revisión de vida tiene una función adaptativa y contribuye a resolver conflictos no resueltos y a mantener la identidad personal.
- Discutir la ubicación de la persona mayor si se queda sola. Permanecer en la casa donde ha vivido siempre da una sensación de control personal y ofrece un escenario para recordar al ser querido.
- Fomentar el desarrollo de habilidades que potencien su autoestima e independencia.
- Ofrecerle compañía y entretenimiento.
- Evitar la sobreprotección que pueda privarles de su autonomía.