Todos los profesionales y voluntarios, todos los que estamos en contacto con el sufrimiento y la grandeza de nuestros pacientes y cuidadores, en estos tiempos tan especiales y en ocasiones difíciles, sentimos el cansancio, la desesperanza, la “bendita vulnerabilidad “y nos cuesta mirar hacia adelante, hacia nuestro horizonte.
Y podemos sentirnos perdidos.
En este camino de encuentro con uno mismo, con nuestras luces y sombras, con nuestras fortalezas y vulnerabilidades, siempre vamos a estar sostenidos por la mejor de nuestras herramientas…Nuestro corazón.
Ese corazón, único y a la vez universal que nos nutre y nos vincula.
Y en sus dos movimientos fundamentales se nutre a sí mismo y después se expande para nutrir a otros.
Y en ese movimiento en espiral hacia dentro, va buscando sus cualidades, sus fortalezas, es decir su esencia, que está conectada con la Tierra y con Todos.
Y vemos, cuando estamos en nosotros, cuando funcionamos en contacto íntimo y directo con el corazón, vemos y sobre todo sentimos, que Él es Amable.
Sentimos su “Amabilidad”, sentimos con nuestras manos apoyadas en nuestro corazón, solo respeto, dulzura y amor. Sin juicios ni culpas.
También somos conscientes de su “Sabiduría”. No estamos solos, todos estamos interconectados y sostenidos por La Tierra, por el Universo. Por eso el corazón es sabio, aunque nuestra mente esté opinando de otra manera. Esa sabiduría viene de esa unión, de ese compartir y nos da la confianza en la veracidad del camino a seguir.
Y también sentimos su “Fortaleza”, esa fuerza interior que viene de lo más hondo, de lo más profundo, de lo más primario y esencial.
Y sabemos la Fuente y sabemos dónde tenemos que acudir cuando el pesimismo, la vulnerabilidad, la opresión, el cansancio y el estrés nos anulan.
A nuestro corazón.
“Estoy en mí”.
“Estoy en mi corazón”.
Concha Ruiz Pau
Médico jubilada de cuidados paliativos