Rafael Mota dice que no le teme a la muerte. Y conoce bien el tema, porque trabaja rodeado de personas que mueren diariamente. Durante más de dos décadas, ha dedicado gran parte de su vida a acompañar y sanar a personas en el final de su vida.
Hace treinta años terminó medicina y decidió ser internista. Diez años después, se «enganchó» a los cuidados paliativos. Esa temida frase de ‘no hay nada más que hacer’ le frustraba y cuando se topó con estos cuidados que sobrepasan lo biológico de la persona y se centran en su «biografía», decidió dedicarse «en cuerpo y alma» a la atención a las personas en el final de su vida: «Siempre, hasta el último momento, hay cosas que se pueden hacer para aliviar el sufrimiento».
Todos sus pacientes se mueren -como los del resto de médicos- pero asegura que su trabajo «es muy satisfactorio». Cuando pudo comprobar él mismo los resultados que daban los cuidados paliativos en los pacientes se dio cuenta que algo -la muerte- que siempre había sido muy doloroso, puede vivirse de una forma bien distinta «cuando interviene un equipo de paliativos».
Relata sin tapujos -por muy increíble que parezca- que en paliativos «todos los días se viven historias de amor. Hemos vivido desde bodas a bautizos en la propia unidad hospitalaria». Afirma que recuerda con cariño una de esas historias en particular: la matriarca de una familia gitana estaba en los últimos momentos de su vida, y acompañada de toda su familia «nos quisieron hacer partícipes de ese momento final». La mujer se fue de este mundo en una habitación pequeña, rodeada de sus familiares cantándole flamenco en bajito. «Se puede decir que fue una muerte bonita, fue muy emocionante y se despidió como a ella le gustaba».
Un tratamiento que sobrepasa la medicina
Una unidad de cuidados paliativos no se encarga solo de paliar y aliviar el dolor y el sufrimiento, si no que va más allá. Está compuesta por médicos, enfermeros, psicólogos, fisioterapeutas… e incluso el tratamiento no termina con la muerte, y se acompaña a los familiares en el duelo. «Cuando una persona sufre, cuando tiene dolor, cuando una familia esta sobrecargada… y ven que hay un equipo que se preocupa por ellos, que les alivian el dolor y que nos interesamos por ellos… ven el beneficio. Es un proceso triste pero se puede llevar de otra manera«.
Una vez que el ser querido ha fallecido, «las personas nos dicen que qué pena no haberos conocido antes». En esta etapa de la vida -que es una más- gracias a estos cuidados «se mejora la calidad de vida, se estrechan las relaciones, los familiares se sienten útiles…» a pesar de ello, en España sigue existiendo mucha «desigualdad» a la hora del acceso a este servicio. «Comparándonos con los estándares europeos, tendría que haber dos equipos de cuidados paliativos por cada 10.000 habitantes y en España estamos en el 0,6».
El doctor Rafael, ha vivido de cerca la muerte, acompañando a cientos de personas en este momento final. Ante la pregunta de si teme a la muerte, asegura con rotundidad: «Lo que uno teme es el sufrimiento, el dolor, la soledad… Por mi profesión, la muerte es algo en lo que pienso, la tengo presente todos los días. Sé que algún día me tocará, pero sé que ese proceso que se vive antes de morir, se puede llevar de otra manera. Me gustaría estar acompañado, a ser posible en mi casa y con un equipo de profesionales que hagan que ese momento sea lo menos doloroso posible. El miedo no es tanto a la muerte como al sufrimiento».
Rafael Mota es el presidente de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos. En otras palabras, es especialista -de entre las especialidades médicas-, en acompañar y sanar a las personas en el final de su vida, hasta el último momento. Ha sido coordinador del equipo de cuidados paliativos de Badajoz y es el encargado de la Dirección Médica de Programas Integrados de Cuidados Paliativos de la Fundación New Health de Sevilla.
Publicación original en COPE.