Seguimos repasando algunos de los relatos participantes en nuestro I Concurso de Microrrelatos. Estos microrrelatos contribuyen a sensibilizar a la población sobre la labor que se realiza en cuidados paliativos, así como dar visibilidad al desarrollo de los cuidados paliativos en Andalucía, y promover en todos los sectores de la sociedad una reflexión sobre las necesidades de las y los pacientes con cualquier enfermedad susceptible de recibir Cuidados Paliativos.
Baldomero Dugo Navarro, nos trae un relato inspirado en Lorca, a modo de homenaje al autor granadino. Fantasea con la posibilidad de que en alguna ocasión el poeta hubiese decidido acudir a la casa de una familia amiga, ofreciéndose a entretener a una niña gravemente enferma. En cuanto al tema, Baldomero estaba muy interesado en hacer hincapié en los cuidados paliativos pediátricos, así como en la necesidad de cuidar de los cuidadores de las personas enfermas, quienes también precisan de períodos de descanso. El nombre elegido para la niña protagonista del relato no es casual. No en vano, Santa Lucía es, entre otras cosas, patrona de los niños enfermos… Podéis leer más textos de Baldomero en su blog: http://blogs.uab.cat/relatosdeberi/
Ahora todos duermen la siesta en la alta casa de paredes blancas. Postrada en su cama, la pequeña Lucía aguarda con ilusión que comience el teatrillo de títeres. Un buen amigo de la familia se ha ofrecido a entretenerla, para hacerle olvidar momentáneamente los sufrimientos propios de su enfermedad.
Por fin se alza el telón, y aparece en escena el lobo Dolorcete. La bestia parda ruge a la par que presume de su poder. La niña se tapa la carita con la sábana, pero la descubre al surgir frente a ella un alegre muñequito de chillones coloretes. Viste una batita y se presenta como el doctor Colorín. La criatura ríe hasta desternillarse cuando el doctorcito muele a cachiporrazos al ahora lloriqueante lobo.
¡Qué bien me lo he pasado, tío Federico! –exclama Lucía con entusiasmo. El poeta se acuerda entonces de sus hermanas, y una perla resbala por su morena mejilla.
Manuela Sánchez González de Sevilla, evoca en su microrrelato la mitología griega y en él aparece Quirón, un centauro inteligente, sabio y de buen carácter, a diferencia de la mayoría de los de su clase, que fue un gran educador en música, arte, caza, moral, medicina y cirugía. Heracles le disparó accidentalmente una flecha envenenada con la sangre de la Hidra en el transcurso de una lucha con los centauros. Quirón contrajo una dolorosa herida incurable, que lo llevó a ceder su inmortalidad a Prometeo, para poder así morir y escapar del dolor.
Quirón tensa su arco y despliega sus flechas. Un cíclope enfurecido lo persigue sin tregua. Nota su corazón desbocado y el sudor que le recorre la espalda. La persecución se prolonga hasta los confines del Olimpo. Siente un dolor intenso y ve correr su sangre. Recuerda el centauro que es inmortal y, aterrorizado, cae en la cuenta de que el dolor también será para siempre. Imagina una vida insufrible. Ha llegado la hora de renunciar a la eternidad. Fija la vista en el infinito, exhala su último aliento y le cae una lágrima furtiva.
Todos se miran con gesto afectado. Alguien dice en la habitación: “No respira, no tiene pulso. Ya descansó”.